Pueblo chico, infierno grande

“Allanamientos ordenados por el Juez Federal en Buenos Aires, Santa Fé y Puerto Piray ponen al descubierto red de secuetradores y tratantes de blancas. Aunque se incautó material fotográfico y archivos que revelan el accionar de los delincuentes no hay detenidos. Sin embargo la Policía cuenta con datos ciertos sobre el cabecilla de la banda, presunto asesino de media docena de prostitutas, y tienen identificado su automóvil. Volveremos en media hora con más información. No deje de sintonizar Radio Misiones en el 98.5 de su dial”

La noticia alteró visiblemente a Iván quien apagó la radio con un gesto de rabia. Había logrado poner muchos kilómetros de distancia entre su última víctima y él, pero no le fué suficiente. En un pueblo tan pequeño su única alternativa era escapar lo antes posible hacia el río y cruzar hacia el otro lado de la frontera. No le sería difícil parecerse a los lugareños ya que hablaba portugués con fluidez. Tal vez la suerte esta vez estaba de su lado y aprovecharía la intensa bruma que lo cubría todo y alcanzaría su meta poco después del amanecer.

Su última fechoría fue birlarle la bicicleta al recién mudado afilador mientras dormía. Nunca supo explicar porque contuvo su sed de sangre y no degolló al pobre hombre. Tal vez fué la prisa por huir. Quien sabe. Confiado en que nadie notaría a un obrero en bicicleta tomó el camino de tierra que cruzaba el centro del pueblo. No tuvo tiempo de festejar su triunfo. Tres policías de paisano lo emboscaron al llegar al puente. La vieja comadrona del pueblo fue quien un rato antes, mientras le pasaba el mate, a su sobrino el comisario comentó con tono malicioso: “para ser afilador el hombre pedalea muy torpemente y demasiado silencioso…”

Ironías del destino, que por la simple observación de una anciana pueblerina finalmente la Policia Científica de la lejana capital pudo relacionar a Ivan un trozo de tela de su camisa, un cabello en el lavabo y el ADN de aquella sangre sobre el parquet...

Conchita

Antes era todo distinto. Las nenas y ella me querían, la vieja venenosa no, ella nunca me quiso.
De a poco la fue envenando y cada día me quería menos. Yo me callaba, ella me ignoraba. Yo me callaba, ella me insultaba.
Todo eso lo absorbieron las nenas, todo ese desdén diario. No era nadie, un ente, menos que un fantasma.
Y un día tuve que dormir solo. Me echó de su habitación y a otro cuarto inútil, a ver si dejàs de molestarme con tus indecencias. Solo como un perro y mis deseos me los guardaba para la soledad, para la inevitable masturbación, para los sueños erotizados hasta la locura.
Esas noches en que me enloquecía de deseo, me levantaba a escondidas y la miraba dormir. Parecía un angel, la olía, acariciaba su pelo y algunas veces besaba esa boca que tanto me insultaba.
Trabajaba mudo, pasivo. En casa ordenado y calmado. Las nenas iban y venían sin registrarme. Ella siempre dándome órdenes, gritándome, corriéndome como a un perro.
Eso era yo, un perro solo, caliente y mudo. Un inútil, un estorbo, una conchita...
“Dale conchita, cortá el pasto” “Vamos conchita, a ver si te corres inútil” “Ay conchita se moja de noche, que? Tenès 13 años?”
Y esa vieja desgraciada criticando, llenándole la cabeza, riéndose de mi, sacándome plata como si fuese mi obligación darle de comer, vieja cerda.
Y hoy me levanté tranquilo a pesar que anoché me gritó como nunca. Desayuné solo como siempre y miré el diario, las nenas no están, el día está lindo.
Ella apareció y está hermosa. Pero de sólo mirarme le cambió el gesto, le doy asco. Te doy asco maldita, puta frígida. Te doy asco cuando yo te amo tanto.
Te doy asco cuando todavía te deseo tanto.
Pasás a mi lado y me envuelve tu perfume, me quedo oliéndote y me empujás.
“Qué hacés inútil?, sos peor que un perro sucio y alzado. Me das asco”
Sus ojos brillan de desprecio.

Antes era todo distinto. Ella me quería. Ahora de su boca sólo sale sangre, los insultos se los guardé a fuerza de balas.

Aún ensangrentada se ve hermosa.

Escucho ruidos, alguien viene. Tengo más balas...

Amor se escribe con sangre

Nada hacía prever ese final. Aparentemente ella no tenía enemigos ni deudas, era querida entre su círculo de amigos y compañeros de trabajo, y – según lo aseguraban sus vecinos - llevaba una vida “normal”. Entonces, si su transcurrir era tan ordenado como lo presentaban, ¿por qué ese miércoles había sido encontrada muerta, tirada sobre el piso, desnuda como un animal, llena de sangre y con la remera atada a su cuello? ¿Quién podría haberse ensañado de esa forma? ¿Por qué?

Myriam siguió por televisión las diferentes instancias por las que iba atravesando el “asesinato de la contadora”, tal como caratuló el caso la opinión pública. La excitaba conocer detalles, su morbosidad la llevaba a adentrarse en los misteriosos caminos de la mente. Porque más allá de los vericuetos propios de la historia en sí, siempre se había preguntado qué llevaría a una persona a matar a otra. ¿Qué sentiría el homicida en el momento de cometer el crimen? ¿pensaría? ¿se daría cuenta de lo que sucedía o sólo actuaría llevado por un impulso irrefrenable? ¿Podría ella misma, acaso, en alguna loca circunstancia, cometer un asesinato?

Casi con la misma voracidad con que engullía sus colaciones, durante dieciocho días y sus dieciocho noches, se tragó todas las noticias que daban cuenta del caso, tratando de atar cabos y sacar conclusiones. Obsesivamente, Myriam desayunaba, almorzaba, merendaba y cenaba escuchando relatos acerca de esa bella mujer de mediana edad, exitosa profesionalmente y con una pasión por bailar que despuntaba todos los martes y jueves en un gimnasio de la zona de Palermo, donde había sido encontrada sin vida.

Sin embargo, por más que daba vueltas al asunto, a la única conclusión que llegaba era que los medios inventaban todo. Los argumentos que presentaban se iban sucediendo sin ninguna conexión lógica. Así, un día decían que la mujer habría sido traficante de drogas, otro que todo era un ajuste de cuentas, más tarde que su ex marido la habría mandado a matar y finalmente hasta habían llegado a insinuar que habría sido víctima de un crimen pasional a manos de una mujer a causa de no ser correspondida.

Myriam estaba segura de que jamás se llegaría a la verdad.

Las pericias demostraron que la contadora no había sido violada. Su deceso se habría producido por asfixia al ser ahorcada con una de sus prendas inmediatamente después de haber sido apuñalada en el pecho y en el rostro hasta dejarla prácticamente irreconocible. Su pelo rubio había sido arrancado con fuerza y presentaba lesiones y cortes profundos también en las manos y en los genitales.

Una noche, mientras cenaba con su marido, escuchó a los periodistas decir que los investigadores estarían sobre la pista del asesino y no tardarían en caer sobre él.

La novedad hizo que trastabillara, pero logró mantener el equilibrio aunque sin poder evitar que uno de los vasos se cayera sobre la mesa derramando todo el líquido que contenía sobre el pantalón de su marido. Este se incorporó rápidamente y mientras trataba de secarse, le preguntó:

- Amor, ¿hasta cuándo vas a estar tan perturbada por la muerte de Claudia?
- No puedo evitarlo… ¡era tu contadora!
- Sí, pero vos no tenías relación con ella. Es más, ni siquiera te caía simpática!.
- Pero a vos sí, ¿no es cierto?.

Myriam tomó el cuchillo y lo acercó hasta la cara de él.

- Claudia era una mujer hermosa y muy provocativa. ¿Te gustaba?. No me mientas; ella siempre te llamaba con cualquier excusa y, además, yo vi las fotos de la última reunión de la empresa…Esas donde están ustedes dos juntos, como pegados. Casi no se percibe espacio entre un cuerpo y otro…
- ¡No seas boluda, mujer! – la interrumpió él sacándole el cuchillo de las manos - En esa reunión brindamos tanto que terminamos todos en pedo. Ya te lo dije mil veces.
- Sí, claro, ¿por eso ella te apoyaba las tetas? No me jodas, yo lo vi con mis propios ojos.
- ¿Qué viste? ¿de qué mierda hablás? Yo nunca me fijé en ella; además, ni tetas tenía la pobre!
- No seas hijo de puta, ella subió todas las malditas fotos de la reunión a su maldito Facebook. ¿Te calentaba? decime la verdad. ¡Decimela!

Myriam explotó en un llanto descontrolado y espasmódico.

- Por dios, me asustás. ¿Te pusiste celosa por mirar unas estúpidas fotos? Amor, yo jamás te traicionaría. Vení acá…
- No sé qué me pasó. Te juro que no sé...Vos sos mi amor; vos sos mío. Y yo…

Un flash de último momento la interrumpió y un locutor, con gesto adusto, revelaba que había un dato clave, una pista contundente que iba a esclarecer en forma inminente el asesinato de la contadora. La policía había encontrado al costado de su cuerpo bien tallado, ahora absolutamente desfigurado, un mensaje. Un mensaje escrito con sangre sobre el parquet. Un mensaje tan claro como inequívoco: “He is mine”.*




* Él es mío.

Hotel familiar

- ¡17 años de encargada en este hotel! ¡17 años! ¡Mira que he visto pasar gente Rubén! ¡Si señor! Pero como estos dos…

- Si vieja, ¡ya me lo dijiste como 800 veces! ¡Cállate y pongámonos a limpiar este desastre!

- Pero Ruben, ¡vos entendés que tuve que hacerlo! ¡Con estas mierdas ya no teníamos paz!. Vos me conocés, ¿Cuánto hace que estamos juntos viejo?

- Hace 8 años vieja. ¿Por qué preguntás?

- Porque viste que yo tengo muuuucha paciencia… aunque he escuchado a algunos forros de los inquilinos decir que soy una “hin-cha-pe-lo-tas”.

- y… tran-qui-li-ta que digamos no sos…

- ¿vos también boludo?

- Bueno, bueno, no te calentés que te agitás y después le echas la culpa al faso. ¿Cuándo vas a largar esa mierda? Ya sabés que me dá por las pelotas el humo y el olor.

- No te hagas al gallito que todavía la cuchilla no perdió el filo y le podés hacer compañía a “Romeo y Julieta”

- ¡”Romeo y Julieta”! ¡¿JA JA JA!!! Que hija de puta! Si se la pasaban peleando y casi se mataban. Te digo que ni la concha de la Silvia Fernandez era tan famosa! ¡¡800 veces escuchabas “la concha de tu madre”!!

- Si! Ja, Ja! Pero ya no me causaba gracia che. Encima todos los meses algún drama para cobrarles. Cuando no se le enfermó un pariente, se le murió otro, o le robaron. ¡Que mala suerte! ¿podés creerlo?. Nada que ver con la Maria y el José, esos pagan siempre puntuales, tienen a los nenes educaditos y los únicos grititos que se escuchan es de cuando cogen. Los tortolitos esos deben creer que nadie se entera porque lo hacen a la una de la madrugada.

-Pero che, no joden a nadie, dejalos tranquilos a esos.

-Ah, a vos porque te gusta la gordita, viejo pajero.

-Si, decime pajero, pero bien que te gusta que te la ponga y te ratoneas con el José…

- Callateeee!

- Si, si, mejor nos callamos y le metemos pata que va a venir la judía a hacer la inspección y todavía falta limpiar un montón. También vos, ¿no te conformaste con darle un buen palazo a cada uno y que se dejaran de joder?.

- Bueno, está bien, se me fue la mano. Pero cuando escuché los gritos y subí corriendo a cagarlos a pedo no me dí cuenta que tenía la cuchilla en la mano. Encima este pelotudo que me contesta para el carajo y la otra regalada que lo defiende.

- Si loca, pero ¡mirá como quedaron las cortinas y los acolchados! ¿sabes lo que cuesta limpiar la sangre en estas telas?¡ Porque no vamos a mandarla al Laverap! Y encima tenemos que ver que mierda hacemos con los fiambres. En la tele parece que un cuerpo descuartizado pesa nada, ¡pero como pesan estas bolsas!

- ¿Vos te quejás de eso? ¡Vení a arrodillarte acá dos horas!. ¡La puta que lo parió! Ocho metros cuadrados de alfombra y tuvo que caer justo sangre sobre el parquet…

La carta... Historias de Sangre sobre el Parquet


La carta quedó sobre la mesa. Decía mi nombre con su hermosa letra caligráfica.

Recién la encontré un día después de enterrar el cuerpo. Supongo que dirá las causas de su muerte. Y la tengo aquí, en mis manos. Quiero leerla pero tengo miedo. Sé que van a estar las explicaciones, todas y cada una de ellas.  Supongo que dirá los motivos de su decisión. Supongo que seré la culpable. Pero no tengo la fortaleza de leerla.
Me avisaron un par de horas después, jamás pensé que podía ser él. Vi por la tele que el tren estaba parado por un suicidio. “Hay que ser jodido para matarse en hora pico”, pensé, con ese humor negro que no quiero tener pero me nace de las entrañas. Empecé a limpiar los platos del mediodía puteando como siempre porque no me ayudaba en nada. Lo carajee más de una vez en esa tarde. Me pareció que la casa estaba peor que de costumbre. Ropa tirada, el baño sin limpiar, mierda en el inodoro.
Me repetí muchas veces en esas pocas horas que ese reverendo hijo de puta me iba a oír. Hasta que sonó el timbre.
-¡Ya va! Grité con enojo, pensando que era él y como siempre no tenía ganas de buscar las llaves.
Pero cuando abrí la puerta y vi a esos dos hombres supe que algo andaba mal. Como película recuerdo el momento. Dos oficiales se acercaron a casa a preguntarme si era su vivienda. Dije si y que yo era la esposa.
-Lo siento señora pero ha ocurrido un accidente.
Las explicaciones fueron pocas, nadie habló de suicidio pero siempre supe que era eso. Tuve que reconocer el cuerpo, sus cosas en realidad. No tuve el valor de acercarme a la estación, allí era un tumulto de gente.
Lo cierto es que se había matado nomás. Como tantas veces lo había dicho.
-Si me dejás me mato.
-Si me dejás me vuelo la cabeza.
-Si me dejás me tiro debajo de un tren.
Y yo una y mil veces le gritaba: Matate. Hacelo, hacelo si tenés huevos y no me jodés más la vida.
Y se ve que los tuvo.
Lloré un muchisimo, quizás sea por culpa.
Amor no es, de eso estoy segura. En cada matate se iba parte del amor que sentía. En cada insulto, en cada grito, en cada llanto, en cada pena, se esfuma lo mucho que lo quise.
Y ahora esta carta, que debo leer.
Mientras abría lentamente el sobre, el filo de la hoja cortó la fina piel de su dedo y una gota de sangre cayó en el parquet.




Juan

La primera vez que lo vi estaba trabajando. Mire y estaba ahí parado. Pregunte si necesitaba algo, a lo que mi compañera entre risa y asombro, me dijo que no había nadie, que estaba loca.

Yo lo vi, se que estaba ahí. Vestido de azul, alto y lánguido. No sentí miedo. Desde ese día lo vi casi a diario y lo contaba con total naturalidad.

Su presencia me transmitía paz. No era un fantasma ni un espíritu. Era mi compañero, sentía que me cuidaba.

En ese entonces vivíamos en una vieja casona, grande y algo deslucida. Éramos 7 los que convivíamos allí. Amigos, compañeros, una familia alternativa. Así me gustaba definirnos.

En principio nadie más que yo veía ese misterioso señor que parecía se había sumado a mi vida. Pero poco a poco todos tuvieron que reconocer que lo veían. Hasta el más escéptico no tardo en contar su experiencia. Finalmente era un integrante más de la familia. Tanto es así que decidí bautizarlo “Juan” y así lo llamábamos todos.

Pero para mí había algo más. Por que me había elegido? Que quería de mi?

Empecé a hacerme muchas preguntas. No podía dejar de pensar en el.

Un lunes en que no había nadie en casa aproveche para limpiar la galería. Termine de baldear y comencé a cepillar el parque de la entrada. Me obsesioné con una mancha que no pude sacar con nada. Y juro que probé de todo. Ya cansada di por terminada la tarea y me senté en la puerta a fumar.

De pronto todo comenzó a tener sentido. La mancha era sangre, sangre sobre el parqué.

Rápidamente me incorpore y agarre el teléfono. Nunca me había dado cuenta de mis dotes de detective. Averigüé y arme rápidamente la historia

La vieja casona no había sido, ni más ni menos, que un prostíbulo. Hacía unos 25 años. Juan se llamaba Juan y frecuentaba el lugar. Hasta que cometió el imperdonable error de enamorarse de una de las chicas que trabajaba ahí. Se enamoro tanto que quiso sacarla de esa vida pero ella no quiso, no pudo.

Un día fue a buscarla, estaba borracho. Llego y la vio con un cliente. Se desespero, saco un arma y le apunto pero no pudo disparar. Forcejearon y ella intentando quitarle el arma, le disparo. El tiro fue certero y Juan murió en el acto.

De ella nunca más se supo nada, dicen algunos lugareños que se suicido años después.

No es que tenga en claro para que me busco, pero entiendo por que me eligio.

Esa noche renuncie a mi trabajo. Decidí dejar la prostitución.

Juan, finalmente lo logro.

Furia callada

Silencio.

La habitación en penumbras, un bulto insignificante que respira apenas, se escuchan las gotas cayendo lacónicamente en la pileta del baño y todo es quietud.

24 horas antes nadie hubiese imaginado este final, ahora él ya no distingue las sombras que se deslizan ante sus ojos. Todo borroso e irreal.

El teléfono desconectado ya no sonaba, nadie gritaba, todo había acabado. Sintió su pecho mojado, no sentía sus piernas y por más esfuerzo que hiciera no podía ponerse en pie.

Trató de recordar la tarde del día anterior, la discusión con su jefe a última hora, las sienes latiendo enloquecidas, me falta el aire, llamadas insistentes, las exigencias ridículas, la sensación del abismo a sus pies, Dios, cómo voy a resolver esto? Ella amenazando, las deudas, la ejecución de la casa, este desgraciado siempre pidiendo más y más....

Recuerda sus pies caminando hacia la oficina, el informe enrollado en su mano. Su jefe atado, la boca abierta tragando la presentación completa. Así está bien puto? Así si te gusta? Dale, tragátelo. La asfixia, los ojos en blanco, estás callado ahora; para siempre.

La calma absoluta es lo que sorprendía. Ni una gota de sudor. Nada que muestre el monstruo que caminaba tranquilo por Bulnes a las 18.30.

La llave en la puerta, demasiada calma para ser la misma casa. Ojalá que no estés perra histérica. Un grito, muy mal hecho. Colgada del techo como cerda, ya pensaré que hago más tarde.

Corrió el vino esa noche, una jeringa para él y dos para ella.

Puta egoísta, para que dejes de gritar. Todo es borroso, me arrastro a la cocina, tus cuchillitos de mierda, las porquerías que te gusta acumular. Puta inútil. Tenés mierda en la cabeza. Esas deudas, todas tuyas enferma. Imbécil yo por querer darte todo, cuando nada te bastaba. Maldita, nunca me quisiste.
Te gusta esta mierdita? Cómo se llama, pica hielo? De plata no?

Cientos y cientos de agujeritos en su piel tan blanca. Horas y horas de sangrar.

Todavía no te moriste puta, ahora voy a cogerte y te va a gustar. Frígida. Ni muriéndote vas a darme el gusto de gozar. Te odio.

El corte fue limpio y preciso en su cuello.

Así lo indicaron los criminalistas que encontraron a un hombre acurrucado en posición fetal, desangrado por su propia mano.

La mujer cortada y agonizando pero viva en un charco de sangre sobre el parquet.

Blood Chef

Amadeo, a sus 47 años; vivía obsesionado con su moribunda juventud y además "le falta un par de jugadores" como suelen decir sus amigos. Después de aquel episodio, en el que cumplió su loca y sangrienta fantasía, había pasado varios años en un penal de máxima seguridad. Pero gracias a una falla procesal gozaba de un régimen de arresto domiciliario “blando” y llevaba una vida cuasi normal. Así que trabajaba, y estudiaba pero obligatoriamente dormía en su hogar.

En el Instituto de Gastronomía al que había empezado a asistir para ser “Auxiliar de Cocina” desentonaba un poquito por la edad, pero enseguida demostró tener dotes culinarias y además una gran destreza en el manejo de cuchillas y otros elementos cortantes de acero tan comunes en la cocina. Además sus brazos torneados y con tatuajes no pasaron desapercibidos a las chicas del grupo y su porte seguro lo convirtieron en un líder natural de los pocos muchachos que iban clase. Pero a pesar de su encanto no se había emparejado con nadie en el Instituto y no se le conocía vida amorosa, a pesar de que siempre invitaba a cenar a todos y jugaban a los chef en su cocina.

“Su cocina” es una forma de decir. El departamento de 4 amplios ambientes en los que vivía era propiedad de un antiguo compañero de celda a quien le estaba cobrando unos “favores”, pero era acorde a sus gustos e intenciones. Con un mobiliario ecléctico y bien provisto era un lugar ameno que invitaba a quedarse siempre un rato más. La única dificultad estaba dada por la obra en construcción lindera con sus ruidos fuertes, constantes y molestos producidos durante gran parte del día. Así que el que las geniales y divertidas reuniones fueran por la noche era lo corriente.

A pesar de eso a Melixa, la exuberante morocha de Costa Rica y a Mássimo el galán italiano no les sorprendió que fueran invitados a almorzar al departamento de Amadeo aquel jueves de septiembre a las 13:00 horas. Estaban entusiasmados por ver una de las genialidades culinarias prometidas, ya hacía un tiempo, por Amadeo y les daba igual que fuera al mediodía o al anochecer.

Llegaron ansiosos y sonrientes. Amadeo les abrió la puerta enfundado en su ambo cruzado blanco, con los botones prendidos y un gorro haciendo juego. Sobre el traje de cocinero un delantal de hule transparente, guantes quirúrgicos en sus manos y haciendo juego unas elegantes botas de goma blancas de caña corta… “Estaba lavando los pisos y me olvidé de cambiármelas” fue la respuesta a la mirada inquisitiva y divertida dirigida a sus pies.

Al entrar notaron las cortinas cerradas y todos los muebles y pisos cubiertos con grandes sábanas de plástico blanco“. Es por el polvillo que viene de la obra” dijo Amadeo abarcando con un gesto amplio de su brazo todo el living… ¿Quieren pasar a la cocina? Hoy tengo un menú especial…

Melixa y Mássimo no esperaron a que se lo repitieran y entraron casi corriendo y a los saltitos, como niños, a la amplia cocina. También aquí las alacenas, y el piso estaban cubiertos con nylon blanco. Solo estaba desnudo el anafe, donde había una gran olla a presión de 18 litros, el horno de pared, encendido a 300 F, la mesada de 2,50 metros y la mesa de preparaciones.

Había en el aire un exquisito aroma proveniente de la salsa, y de los condimentos puestos en pequeños recipientes de cerámica para su uso inmediato. ¿Y qué delicia tendremos hoy? Preguntó cándidamente Melixa mientras con su nariz respingada trataba de adivinar los ingredientes de la salsa estirándose muy sexy sobre la cocina. Como respuesta Amadeo le extendió una cartulina amarilla a cada uno, donde había escrito con ampulosas letras rojas una lista de preparaciones sin distinguir entre entradas, plato principal y postre:


AKÂ horneado con patatas cebollas rojas y plátanos

KORASO estofado con Arroz bastami al curry

HETYMARO'O a la pimienta con huevo y zanahoria.

Melocotones con TO’O picado

TYEKUE al limón y ajo

Guiso de PY'A

TUGUY frito a La Riojana


Los invitados se miraron y repitieron en voz alta las palabras desconocidas del “menú” y miraron a Amadeo con gesto interrogatorio. “Ah, ese es mi secreto” respondió mientras pedía a Mássimo que fuera hasta el bar del living y eligiera un vino para “disfrutar mientras la cena está lista”. Ni bien el tano dejó la cocina en un rápido movimiento se puso detrás de Melixa, simulando buscar algo en la alacena, y tomando su cabeza con ambas manos hizo un giro brusco y le rompió el cuello. Los fuertes ruidos de la obra en construcción taparon el gemido y el crack del cuello al ceder a la torsión. Sostuvo el cuerpo unos instantes y acompaño su caída al suelo dejándolo extendido justo en la puerta.

En el instante en que Mássimo entró y se agachó a revisar a su compañera recibió toda la fuerza del martillo mazo para moler carne marca Tala en su cráneo. Este se hundió y un poco de materia gris salpicó el plástico que cubría el piso, pero aún estaba con vida aunque inconsciente. A Amadeo no le importo que ese cráneo estuviera quebrado porque ya había planeado usar la cabeza de Melixa para su AKÂ horneado con patatas cebollas rojas y plátanos

Desnudó parsimoniosamente a sus víctimas y se deleitó en acariciar y sentir la textura de esas pieles jóvenes que pronto ya yo pertenecerían a esos cuerpos. Mientras los mordisqueaba y olía tuvo una fuerte erección, pero se contuvo de masturbarse en ese momento. Ahora lo más importante era disponer de las piezas necesarias para elaborar esas recetas del menú en rojo que tanto le divirtió por que la tinta roja la preparó con la sangre de la muchacha paraguaya que durante todo esos meses le fue enseñando los nombres de las partes del cuerpo humano, en guaraní, mientras compartían largas noches de sadomasoquismo. Por lo menos su cuerpo desangrado no fue ultrajado ni violentado luego de muerta. Una noche oscura la depositó en el foso que los obreros habían excavado y preparado con hierros para volcar el hormigón elaborado, y lo cubrió con varias carretillas de tosca.

Pero estos dos compañeros de estudio, (compañeros de infortunio ahora) tendrían otra suerte. De un cajón del bajo mesada tomó unas correas especiales con ganchos que se ajustaban a los tobillos. Usando estas correas y un aparejo colgó los cuerpos boca abajo. Colocó unas cubetas rectangulares en el suelo justo debajo de ellos y comenzó la tarea de desangrarlos.

Melixa podía esperar, ya estaba muerta hacía un buen rato, pero Mássimo aún respiraba, con dificultad. Había dejado de sangrar la herida en la cabeza cuando estaba en el suelo, pero ahora goteaba un poco. Comprobó la sensibilidad de su víctima haciendo unos pequeños cortes con el cuchillo para despinar. No hubo reacción. Tomó su cuchillo sabatier y realizó tres cortes transversales profundos dos centímetros arriba de la muñeca cercenando las arterias radial y cubital. El flujo de sangre era intenso y rociaba el piso más allá de las cubetas. Tendría que haber esperado a que estuviera muerto ya que la presión del corazón cuando bombeaba era mayor de la esperada. Ahora era demasiado tarde. Para completar la tarea tomó el cuchillo de pan, con serrucho y efectuó un solo corte de izquierda a derecha justo debajo de la Nuez de Adán seccionando la artería carótida primitiva. Mientras se extinguían los últimos latidos repitió el mismo procedimiento con Melixa, aunque con ella la sangre tardó mucho más tiempo en desagotar y cayó toda dentro de la cubeta de plástico. Esto le resultó más satisfactorio.

Miró su reloj, todavía le quedaban cuatro horas antes de que el trajín de la obra en construcción entrara en pausa nocturna hasta el otro día. Fue hasta una gaveta situada a la izquierda de la puerta de entrada y trajo a la cocina una sierra de carnicero y varias bolsas negras con cremallera usadas por los buzos y buscadores de tesoros bajo el mar. Descolgó el cuerpo de Mássimo y lo extendió boca arriba con los brazos y las piernas a 45 grados. Siguiendo un diagrama bajado de Internet comenzó a descuartizar el cadáver en doce partes: cabeza, cuello, cintura escapular, caja torácica, brazos, antebrazos, manos, cintura pelviana, muslo, piernas, y pies.

Para poder preparar algo del menú separó de Mássimo el corazón (korazo), carnes y músculos varios (to’o) que pasó por la picadora, y el estómago (py’a), mientras se le hacía agua la boca pensando en el estofado, el guiso y el postre con melocotones.

Con Melixa fue un poco más delicado al desprender la cabeza porque deseaba que la presentación del aká fuera sublime y esos tyekue con ajo y limón resultaran ser los mejores chinchulines jamás cocinados. Ni hablar de esas hermosas hetymaro’o que estarían igual de sabrosas con pimienta, como cuando estaban enfundadas en las medias, unas pantorrillas perfectas..

Su mayor satisfacción fue el disponer de tanta cantidad de tuguy para hacerla frita como en La Rioja española, y que a pesar de todo el proceso de fritura no quedara ningún vestigio de tanta sangre sobre el parquet.


Cuenta Gotas... Historias de Sangre sobre el Parquet

Llamó después de 4, 5, 6.. 10 meses. Me propuso una cena casual en su casa.
Anticipé la situación y fui preparada. No iba a pasar otra vez por lo mismo. Ya sabía de memoria su modus operandi. Me seduciría con ese encanto natural que tiene, me sometería a sus caprichos. Se despediría de mi y pronto pasaría a ser otra vez la que pasa horas esperando un nuevo llamado.
No dormí las tres noches previas al encuentro. Sentí la misma adrenalina que la primera vez que fui a ver a Paul McCartney . Se que una cosa no tiene que ver con la otra, esto no es lo mismo que aquello, pero los síntomas eran similares. Pulso acelerado, emoción desmedida, palpitaciones.
No obré por emoción violenta, llevó tiempo pensando en terminar mi agonía. No me importa estar sin él, lo que me importa es que ya llegué a creer que nunca voy a estar en paz.
Si acaso tuviera la ética de quedarse en su lugar sino me buscara solo por sexo, o si lo hiciera, que no fuera a cuenta gotas. Si me buscara al menos con más regularidad.
Le propuse una noche de sexo sadomasoquista. Lo dejé hacer de mi lo que quiera. Luego fue mi turno. Le excitaba la idea de ser poseído por esta mujer. Demasiada mujer.
Lo até con fuerza, puse las esposas que él había conseguido en sus manos y cuando estuvo totalmente inmóvil, totalmente erecto hablé:
-No voy a repetir lo que va a pasar esta noche. Tu sufrimiento será proporcional al que sentí durante estos últimos años. Tu amor a cuenta gotas me destruye. Tu crueldad acabó conmigo, con mi ser y no voy a dejar que me conviertas en la misma mierda en la que vivís.
Entre gritos e insultos preparé mi mejor cuchillo. Traté de no escuchar sus palabras, puse música y me acerqué a él.
El primer corte fue en su pierna izquierda, una incisión profunda que lanzaba borbotones de sangre. Los siguientes en el brazo, tras la oreja y en la mandíbula.
Él lloraba,  gritaba y pedía por favor que deje de hacerle eso.
Como buscando una salvación juraba su amor.
Y yo seguía.
El hombro, los codos, la frente.
La sangre corría por el cuerpo, caía en el parquet formando charcos por todos lados.
Lo escuchaba llorar y pedir perdón.
Pasó de sentirse débil, sediento, inquieto, su respiración se aceleró, se sintió confundido, mareado hasta que perdió el conocimiento.
A las pocas horas ya estaba muerto. La sangre coagulada en el parquet formaba imágenes extrañas.
Lo desate, lo arrastré a la cama. Y limpie su cuerpo. Esa noche dormí con su cadáver.
Dormí en paz.

Lamar Lance
  

Sangre sobre el Parquet

El despertador sonó, como todos los días, a las 7:45. No tenía ganas de levantarme pero me obligue a hacerlo. y así, casi en automático, encendí la máquina de café, tome una botella de agua de la heladera y me subí a la cinta. Corrí casi una hora y mientras lo hacía me venían imágenes de una pesadilla rarísima que tuve durante la noche.

Me dolía la cabeza pero sentía un bienestar algo extraño, una sensación de liviandad que me ponía de buen humor.

Me duche, tome mi café y salí para la oficina. Compre medialunas para todo el mundo y al llegar pedí que no me pasaran llamados. Deje mis cosas y llame a Carla para contarle.

_Hola, Carlu, ya sé que es temprano pero te tengo que contar…

_ La puta que te pario, más vale que me estés llamando de un hospital y que mínimo te tengan que hacer un enema. Qué pasa?

_Ay, no me mates! No, es que soñé algo rarísimo y te lo quería contar. Lo mate, mate al infeliz hijo de puta, anoche.

_Para, para… me llamas por un sueño? Deja de pensar en ese pelotudo. No te alcanzo con todo lo que te hizo ya?

_Es que lo estuve pensando y no está mal la idea, por algo lo soñé. Fue así:

Me llama por teléfono, siempre llama cuando le pega el arrepentido. Que te amo, que sos la mejor mina que conocí en mi vida, que fui un boludo…bla,bla,bla

Me tiene harta, así que dije que viniera a la noche y hablábamos. Que lo invitaba a cenar.

Llego a las nueve. Lo hice pasar, la comida estaba lista. Le hice su tortilla de papas que tanto le gusta y que tanto odio. Además prepare una carne a las finas hierbas, la ocasión ameritaba mi plato favorito. Abrí un vino y empezamos a charlar. Patético, como siempre. En un momento lo miro y pienso: tengo ante mis ojos un sorete de 100 kilos. Pero parece que lo pensé en voz alta porque me contesto el muy hijo de puta:

_bien que te maris por este sorete de 100 kilos!

Solté una carcajada y dije:

_ No te puedo creer que lo dije, creí que solo lo había pensado!

_ Estas borracha! Dijo y su voz se volvía cada vez más pesada, no podía fijar del todo la mirada. Lo mire, me sonreí y le conteste:

_ Yo estaré borracha pero vos te estás muriendo infeliz hijo de puta! La tortilla tenia veneno para ratas y como sos una rata inmunda te la comiste toda, no dejaste nada.

Se levanto, tambaleando y camino hasta la puerta. Sabía que era verdad porque ya estaba sintiendo los efectos del veneno. Abrió la puerta y se cayó al piso, le sangraba la nariz. Supongo que por el golpe. Lo ayude a subir al auto, lo mire y le dije

_Te dije que no me trates como una boluda porque no lo soy. Pero vos me subestimaste, me cagaste , me robaste, me mentiste en la cara. Y yo no acostumbro a llorar ni sufrir por nadie, yo resuelvo.

Arranco el auto y se fue. Lo seguí y a unas pocas cuadras paro. Cuando me acerque para ver ya estaba muerto. Asique volví a casa, lave los platos y me acosté.

_ No es buenísimo, debería animarme y hacerlo, no?

_Si, justo vos que no matas una hormiga!! Dejate de romper las pelotas y dejame dormir. Llamame a la noche y salimos. Besote.

Me corto.

El resto del día pasó bastante rápido. A las 18 volví a casa, estaba tan cansada.

Cuando llegue, puse la llave en la cerradura y se me cayó el celular. Me agache para levantarlo y la vi, al lado del celular había una mancha de sangre, sobre el parquet.