Blood Chef

Amadeo, a sus 47 años; vivía obsesionado con su moribunda juventud y además "le falta un par de jugadores" como suelen decir sus amigos. Después de aquel episodio, en el que cumplió su loca y sangrienta fantasía, había pasado varios años en un penal de máxima seguridad. Pero gracias a una falla procesal gozaba de un régimen de arresto domiciliario “blando” y llevaba una vida cuasi normal. Así que trabajaba, y estudiaba pero obligatoriamente dormía en su hogar.

En el Instituto de Gastronomía al que había empezado a asistir para ser “Auxiliar de Cocina” desentonaba un poquito por la edad, pero enseguida demostró tener dotes culinarias y además una gran destreza en el manejo de cuchillas y otros elementos cortantes de acero tan comunes en la cocina. Además sus brazos torneados y con tatuajes no pasaron desapercibidos a las chicas del grupo y su porte seguro lo convirtieron en un líder natural de los pocos muchachos que iban clase. Pero a pesar de su encanto no se había emparejado con nadie en el Instituto y no se le conocía vida amorosa, a pesar de que siempre invitaba a cenar a todos y jugaban a los chef en su cocina.

“Su cocina” es una forma de decir. El departamento de 4 amplios ambientes en los que vivía era propiedad de un antiguo compañero de celda a quien le estaba cobrando unos “favores”, pero era acorde a sus gustos e intenciones. Con un mobiliario ecléctico y bien provisto era un lugar ameno que invitaba a quedarse siempre un rato más. La única dificultad estaba dada por la obra en construcción lindera con sus ruidos fuertes, constantes y molestos producidos durante gran parte del día. Así que el que las geniales y divertidas reuniones fueran por la noche era lo corriente.

A pesar de eso a Melixa, la exuberante morocha de Costa Rica y a Mássimo el galán italiano no les sorprendió que fueran invitados a almorzar al departamento de Amadeo aquel jueves de septiembre a las 13:00 horas. Estaban entusiasmados por ver una de las genialidades culinarias prometidas, ya hacía un tiempo, por Amadeo y les daba igual que fuera al mediodía o al anochecer.

Llegaron ansiosos y sonrientes. Amadeo les abrió la puerta enfundado en su ambo cruzado blanco, con los botones prendidos y un gorro haciendo juego. Sobre el traje de cocinero un delantal de hule transparente, guantes quirúrgicos en sus manos y haciendo juego unas elegantes botas de goma blancas de caña corta… “Estaba lavando los pisos y me olvidé de cambiármelas” fue la respuesta a la mirada inquisitiva y divertida dirigida a sus pies.

Al entrar notaron las cortinas cerradas y todos los muebles y pisos cubiertos con grandes sábanas de plástico blanco“. Es por el polvillo que viene de la obra” dijo Amadeo abarcando con un gesto amplio de su brazo todo el living… ¿Quieren pasar a la cocina? Hoy tengo un menú especial…

Melixa y Mássimo no esperaron a que se lo repitieran y entraron casi corriendo y a los saltitos, como niños, a la amplia cocina. También aquí las alacenas, y el piso estaban cubiertos con nylon blanco. Solo estaba desnudo el anafe, donde había una gran olla a presión de 18 litros, el horno de pared, encendido a 300 F, la mesada de 2,50 metros y la mesa de preparaciones.

Había en el aire un exquisito aroma proveniente de la salsa, y de los condimentos puestos en pequeños recipientes de cerámica para su uso inmediato. ¿Y qué delicia tendremos hoy? Preguntó cándidamente Melixa mientras con su nariz respingada trataba de adivinar los ingredientes de la salsa estirándose muy sexy sobre la cocina. Como respuesta Amadeo le extendió una cartulina amarilla a cada uno, donde había escrito con ampulosas letras rojas una lista de preparaciones sin distinguir entre entradas, plato principal y postre:


AKÂ horneado con patatas cebollas rojas y plátanos

KORASO estofado con Arroz bastami al curry

HETYMARO'O a la pimienta con huevo y zanahoria.

Melocotones con TO’O picado

TYEKUE al limón y ajo

Guiso de PY'A

TUGUY frito a La Riojana


Los invitados se miraron y repitieron en voz alta las palabras desconocidas del “menú” y miraron a Amadeo con gesto interrogatorio. “Ah, ese es mi secreto” respondió mientras pedía a Mássimo que fuera hasta el bar del living y eligiera un vino para “disfrutar mientras la cena está lista”. Ni bien el tano dejó la cocina en un rápido movimiento se puso detrás de Melixa, simulando buscar algo en la alacena, y tomando su cabeza con ambas manos hizo un giro brusco y le rompió el cuello. Los fuertes ruidos de la obra en construcción taparon el gemido y el crack del cuello al ceder a la torsión. Sostuvo el cuerpo unos instantes y acompaño su caída al suelo dejándolo extendido justo en la puerta.

En el instante en que Mássimo entró y se agachó a revisar a su compañera recibió toda la fuerza del martillo mazo para moler carne marca Tala en su cráneo. Este se hundió y un poco de materia gris salpicó el plástico que cubría el piso, pero aún estaba con vida aunque inconsciente. A Amadeo no le importo que ese cráneo estuviera quebrado porque ya había planeado usar la cabeza de Melixa para su AKÂ horneado con patatas cebollas rojas y plátanos

Desnudó parsimoniosamente a sus víctimas y se deleitó en acariciar y sentir la textura de esas pieles jóvenes que pronto ya yo pertenecerían a esos cuerpos. Mientras los mordisqueaba y olía tuvo una fuerte erección, pero se contuvo de masturbarse en ese momento. Ahora lo más importante era disponer de las piezas necesarias para elaborar esas recetas del menú en rojo que tanto le divirtió por que la tinta roja la preparó con la sangre de la muchacha paraguaya que durante todo esos meses le fue enseñando los nombres de las partes del cuerpo humano, en guaraní, mientras compartían largas noches de sadomasoquismo. Por lo menos su cuerpo desangrado no fue ultrajado ni violentado luego de muerta. Una noche oscura la depositó en el foso que los obreros habían excavado y preparado con hierros para volcar el hormigón elaborado, y lo cubrió con varias carretillas de tosca.

Pero estos dos compañeros de estudio, (compañeros de infortunio ahora) tendrían otra suerte. De un cajón del bajo mesada tomó unas correas especiales con ganchos que se ajustaban a los tobillos. Usando estas correas y un aparejo colgó los cuerpos boca abajo. Colocó unas cubetas rectangulares en el suelo justo debajo de ellos y comenzó la tarea de desangrarlos.

Melixa podía esperar, ya estaba muerta hacía un buen rato, pero Mássimo aún respiraba, con dificultad. Había dejado de sangrar la herida en la cabeza cuando estaba en el suelo, pero ahora goteaba un poco. Comprobó la sensibilidad de su víctima haciendo unos pequeños cortes con el cuchillo para despinar. No hubo reacción. Tomó su cuchillo sabatier y realizó tres cortes transversales profundos dos centímetros arriba de la muñeca cercenando las arterias radial y cubital. El flujo de sangre era intenso y rociaba el piso más allá de las cubetas. Tendría que haber esperado a que estuviera muerto ya que la presión del corazón cuando bombeaba era mayor de la esperada. Ahora era demasiado tarde. Para completar la tarea tomó el cuchillo de pan, con serrucho y efectuó un solo corte de izquierda a derecha justo debajo de la Nuez de Adán seccionando la artería carótida primitiva. Mientras se extinguían los últimos latidos repitió el mismo procedimiento con Melixa, aunque con ella la sangre tardó mucho más tiempo en desagotar y cayó toda dentro de la cubeta de plástico. Esto le resultó más satisfactorio.

Miró su reloj, todavía le quedaban cuatro horas antes de que el trajín de la obra en construcción entrara en pausa nocturna hasta el otro día. Fue hasta una gaveta situada a la izquierda de la puerta de entrada y trajo a la cocina una sierra de carnicero y varias bolsas negras con cremallera usadas por los buzos y buscadores de tesoros bajo el mar. Descolgó el cuerpo de Mássimo y lo extendió boca arriba con los brazos y las piernas a 45 grados. Siguiendo un diagrama bajado de Internet comenzó a descuartizar el cadáver en doce partes: cabeza, cuello, cintura escapular, caja torácica, brazos, antebrazos, manos, cintura pelviana, muslo, piernas, y pies.

Para poder preparar algo del menú separó de Mássimo el corazón (korazo), carnes y músculos varios (to’o) que pasó por la picadora, y el estómago (py’a), mientras se le hacía agua la boca pensando en el estofado, el guiso y el postre con melocotones.

Con Melixa fue un poco más delicado al desprender la cabeza porque deseaba que la presentación del aká fuera sublime y esos tyekue con ajo y limón resultaran ser los mejores chinchulines jamás cocinados. Ni hablar de esas hermosas hetymaro’o que estarían igual de sabrosas con pimienta, como cuando estaban enfundadas en las medias, unas pantorrillas perfectas..

Su mayor satisfacción fue el disponer de tanta cantidad de tuguy para hacerla frita como en La Rioja española, y que a pesar de todo el proceso de fritura no quedara ningún vestigio de tanta sangre sobre el parquet.


Cuenta Gotas... Historias de Sangre sobre el Parquet

Llamó después de 4, 5, 6.. 10 meses. Me propuso una cena casual en su casa.
Anticipé la situación y fui preparada. No iba a pasar otra vez por lo mismo. Ya sabía de memoria su modus operandi. Me seduciría con ese encanto natural que tiene, me sometería a sus caprichos. Se despediría de mi y pronto pasaría a ser otra vez la que pasa horas esperando un nuevo llamado.
No dormí las tres noches previas al encuentro. Sentí la misma adrenalina que la primera vez que fui a ver a Paul McCartney . Se que una cosa no tiene que ver con la otra, esto no es lo mismo que aquello, pero los síntomas eran similares. Pulso acelerado, emoción desmedida, palpitaciones.
No obré por emoción violenta, llevó tiempo pensando en terminar mi agonía. No me importa estar sin él, lo que me importa es que ya llegué a creer que nunca voy a estar en paz.
Si acaso tuviera la ética de quedarse en su lugar sino me buscara solo por sexo, o si lo hiciera, que no fuera a cuenta gotas. Si me buscara al menos con más regularidad.
Le propuse una noche de sexo sadomasoquista. Lo dejé hacer de mi lo que quiera. Luego fue mi turno. Le excitaba la idea de ser poseído por esta mujer. Demasiada mujer.
Lo até con fuerza, puse las esposas que él había conseguido en sus manos y cuando estuvo totalmente inmóvil, totalmente erecto hablé:
-No voy a repetir lo que va a pasar esta noche. Tu sufrimiento será proporcional al que sentí durante estos últimos años. Tu amor a cuenta gotas me destruye. Tu crueldad acabó conmigo, con mi ser y no voy a dejar que me conviertas en la misma mierda en la que vivís.
Entre gritos e insultos preparé mi mejor cuchillo. Traté de no escuchar sus palabras, puse música y me acerqué a él.
El primer corte fue en su pierna izquierda, una incisión profunda que lanzaba borbotones de sangre. Los siguientes en el brazo, tras la oreja y en la mandíbula.
Él lloraba,  gritaba y pedía por favor que deje de hacerle eso.
Como buscando una salvación juraba su amor.
Y yo seguía.
El hombro, los codos, la frente.
La sangre corría por el cuerpo, caía en el parquet formando charcos por todos lados.
Lo escuchaba llorar y pedir perdón.
Pasó de sentirse débil, sediento, inquieto, su respiración se aceleró, se sintió confundido, mareado hasta que perdió el conocimiento.
A las pocas horas ya estaba muerto. La sangre coagulada en el parquet formaba imágenes extrañas.
Lo desate, lo arrastré a la cama. Y limpie su cuerpo. Esa noche dormí con su cadáver.
Dormí en paz.

Lamar Lance
  

Sangre sobre el Parquet

El despertador sonó, como todos los días, a las 7:45. No tenía ganas de levantarme pero me obligue a hacerlo. y así, casi en automático, encendí la máquina de café, tome una botella de agua de la heladera y me subí a la cinta. Corrí casi una hora y mientras lo hacía me venían imágenes de una pesadilla rarísima que tuve durante la noche.

Me dolía la cabeza pero sentía un bienestar algo extraño, una sensación de liviandad que me ponía de buen humor.

Me duche, tome mi café y salí para la oficina. Compre medialunas para todo el mundo y al llegar pedí que no me pasaran llamados. Deje mis cosas y llame a Carla para contarle.

_Hola, Carlu, ya sé que es temprano pero te tengo que contar…

_ La puta que te pario, más vale que me estés llamando de un hospital y que mínimo te tengan que hacer un enema. Qué pasa?

_Ay, no me mates! No, es que soñé algo rarísimo y te lo quería contar. Lo mate, mate al infeliz hijo de puta, anoche.

_Para, para… me llamas por un sueño? Deja de pensar en ese pelotudo. No te alcanzo con todo lo que te hizo ya?

_Es que lo estuve pensando y no está mal la idea, por algo lo soñé. Fue así:

Me llama por teléfono, siempre llama cuando le pega el arrepentido. Que te amo, que sos la mejor mina que conocí en mi vida, que fui un boludo…bla,bla,bla

Me tiene harta, así que dije que viniera a la noche y hablábamos. Que lo invitaba a cenar.

Llego a las nueve. Lo hice pasar, la comida estaba lista. Le hice su tortilla de papas que tanto le gusta y que tanto odio. Además prepare una carne a las finas hierbas, la ocasión ameritaba mi plato favorito. Abrí un vino y empezamos a charlar. Patético, como siempre. En un momento lo miro y pienso: tengo ante mis ojos un sorete de 100 kilos. Pero parece que lo pensé en voz alta porque me contesto el muy hijo de puta:

_bien que te maris por este sorete de 100 kilos!

Solté una carcajada y dije:

_ No te puedo creer que lo dije, creí que solo lo había pensado!

_ Estas borracha! Dijo y su voz se volvía cada vez más pesada, no podía fijar del todo la mirada. Lo mire, me sonreí y le conteste:

_ Yo estaré borracha pero vos te estás muriendo infeliz hijo de puta! La tortilla tenia veneno para ratas y como sos una rata inmunda te la comiste toda, no dejaste nada.

Se levanto, tambaleando y camino hasta la puerta. Sabía que era verdad porque ya estaba sintiendo los efectos del veneno. Abrió la puerta y se cayó al piso, le sangraba la nariz. Supongo que por el golpe. Lo ayude a subir al auto, lo mire y le dije

_Te dije que no me trates como una boluda porque no lo soy. Pero vos me subestimaste, me cagaste , me robaste, me mentiste en la cara. Y yo no acostumbro a llorar ni sufrir por nadie, yo resuelvo.

Arranco el auto y se fue. Lo seguí y a unas pocas cuadras paro. Cuando me acerque para ver ya estaba muerto. Asique volví a casa, lave los platos y me acosté.

_ No es buenísimo, debería animarme y hacerlo, no?

_Si, justo vos que no matas una hormiga!! Dejate de romper las pelotas y dejame dormir. Llamame a la noche y salimos. Besote.

Me corto.

El resto del día pasó bastante rápido. A las 18 volví a casa, estaba tan cansada.

Cuando llegue, puse la llave en la cerradura y se me cayó el celular. Me agache para levantarlo y la vi, al lado del celular había una mancha de sangre, sobre el parquet.

Egum

La voz me repetía una y otra vez que todo se acabaría cuando le diera sangre.

Cada noche, cada mañana escuchaba su susurro angustioso, que haría usted si no tuviera paz ni de dia ni de noche? Dígame señor oficial, que haría?

Así que le hice caso y conseguí sangre.

No fue difícil pensar a quien sacársela, El se había ganado cada uno de mis odios y tenía más que merecido el cuchillo.

Una llamada y sus instintos de cavernícola lo guiaron a ese hotel sucio cercano a su trabajo.

Sucio, como El...

Un descuido, una jeringa bien aplicada en su cuello y estuvo paralizado al instante, como un perro.
Fue extraño verlo así tan quieto y callado, flashes de imágenes violentas cruzaban por mi mente, de todos los gritos y palizas que me dió.
Lo desnudé totalmente y mientras lo hacía, sentía su olor a sudor y cerveza; volví a recordar cada vez que lo tuve arriba mío violándome salvajemente.

Vomité, si señor oficial. Usted tiene que entenderme, no fue fácil soportar ese olor y esos recuerdos...

Cuando saqué el cuchillo sus ojos se abrieron hasta casi explotar. Ví miedo en ellos y recordé el miedo que yo sentía.

Ví miedo, terror absoluto y me gustó. Me gustó señor oficial...

Cada corte fue pequeño y hacerlos fue un placer. Me sentía cocinando un plato exótico, un manjar.
No, no los conté pero eran tantos que enseguida la cama se tiñó de rojo y las gotas caían a través del fino colchón como lluvia, sobre el viejo y sucio parquet.

Miré sus ojos y ví terribles sufrimientos, gruñía como animal. La verdad me molestaba el ruido, asi que le corté la lengua. Y me gustó tanto cortársela que también me llevé otros souvenirs.
Coloqué los tuppers que llevé especialmente para recolectar la sangre y en menos de media hora tenía cuatro llenos.
Mi tarea estaba cumplida. Ahora tenía que terminar con ese desgraciado que agonizaba de dolor, era asqueroso verlo ahí empantanado en sus propias inmundicias.

Nadie iba a extrañarlo.

Lo rocié con alcohol y se hizo llamas en su infierno de sangre y mutilación.

Al salir nadie me vió y el hotel estaba vacío.

Caminé tranquila las 30 cuadras que me separaban de mi casa y coloqué la sangre en el altar que hice para el Egum que me aterraba hace meses.

Necesitaba sangre y la tenía.

Por último saqué mi vestido de novia y envolví en el los souvenirs.

Manos que ya no volverían a pegarme, pies que no volverían a patearme y pija que no volvería a penetrarme.

La voz dijo que era hora de purificar y quemé la casa entera, todo señor oficial.

Y ahora estoy aquí, vine sola. No tengo miedo, miedo tenía antes, ahora por lo menos voy a poder dormir sin esa horrible voz que me decía:

“Sangre, dame sangre, sangre...”

Volcán

La cita era a las nueve. Llegué puntual, con una botella de tempranillo 2008 bajo el brazo. Para impresionar bien, ya sabés. Ella me esperaba en su departamento, con un vestido largo y escotado de color rojo. Yo no desentonaba. Llevaba pantalón de vestir y saco al tono, con una camisa cuello mao blanca con bordados orientales. Ella me invitó a pasar y me dio un beso muy cerca de la comisura de los labios. El departamento era amplio sin ser lujoso y estaba impecable. Destacaban un amplio ventanal que daba al balcón y a través del cual asomaba una hermosa y redonda luna, y un sofá que le daba la espalda. Cerca de ahí estaba puesta la mesa con cubiertos para dos personas y sendos candelabros que la iluminaban. De la cocina venía un sugerente aroma de carne de ave horneándose en mostaza. En el aire sonaba Air Supply. Estaba todo dispuesto para ser una noche muy romántica.

Habíamos estado chateando con frecuencia durante las dos últimas semanas. Las primeras veces de manera casi formal, pero de a poco las barreras de la inhibición fueron cayendo para dar paso a la calentura lisa y llana. Esta noche, durante la cena, el vino ayudó bastante, pero el Norton Cosecha Especial Extra Brut que esperaba en la heladera fue mucho más efectivo. Poco después de haber terminado y con las burbujas aún estallando el sofá nos encontró compartiendo besos y caricias. El volcán de chocolate se enfriaba en la mesa. El postre éramos nosotros.

Ella se bamboleaba a horcajadas de mi cuerpo con frenesí. Su vestido sobrevivía pero mi ropa estaba regada alrededor del sofá. Ella había acabado dos veces ya, merced a mis dedos y mi lengua, y otra más una vez que la hube penetrado. Yo iba por el primero recién. Ya era tiempo. Desde el mismo interior de mi sexo sentí como subía el torrente seminal que iba a llenarla hasta lo más profundo de sus cavidades. Me vine en medio de un grito y sentí sus uñas clavarse en mi espalda. Una vez relajados mis músculos tomé su cara entre mis manos y la besé intensamente. Entonces con un rápido pero enérgico movimiento quebré su cuello y la dejé caer al piso. Su cuerpo ya sin vida me miraba desde el suelo. No era tan fea, al final, pero ese ojo desviado resultaba molesto. Fui hasta la mesa y tomé una de las cucharas dispuestas para el volcán de chocolate. Me acerqué a ella y con un poco de presión hundí la cuchara en la cuenca de su ojo y lo hice saltar. Ahora sí. Tuerta ya no era tan perturbadora.

Bueno, era momento de ponerme a trabajar. Primero lo primero. Me calcé los guantes de látex y fui hasta la computadora. Busqué y eliminé todos los historiales de Messenger y Facebook. También los mails. Y unas cuantas carpetas que me resultaban ciertamente molestas. Con un soft preinstalado en mi pendrive borré definitivamente los datos del disco y ya está. Acá no pasó nada. Después busqué una rejilla de la cocina y la humedecí un poco. Con cuidado limpié los cubiertos, los platos, las copas, las botellas, todo lo que toqué con mis manos. Luego fui a buscar su vestido y vi mi semen deslizándose desde su interior. ADN. Yo sabía que tendría que haberme cuidado. Volví a la cocina y busqué una botella de lavandina. Mojé bien la rejilla y limpié el piso, el sofá y su vulva. Después la levantè un poco desde la cintura e inserté el pico de la botella en su vagina. Llené su útero y confié en que con eso bastara. Luego la volví a dejar en el suelo. Miré al costado y vi una pequeña gota de sangre que caía sobre el parquet desde el nervio cortado de su ojo. La limpié, no me pareció higiénico. Limpié la lavandina y di por terminada mi tarea. Fui hasta su cuarto y busqué una mochila. Metí su vestido, la botella de tempranillo y la rejilla. Tomé su llavero y salí del departamento.

Una pena. Nunca comí volcán de chocolate.