Pueblo chico, infierno grande

“Allanamientos ordenados por el Juez Federal en Buenos Aires, Santa Fé y Puerto Piray ponen al descubierto red de secuetradores y tratantes de blancas. Aunque se incautó material fotográfico y archivos que revelan el accionar de los delincuentes no hay detenidos. Sin embargo la Policía cuenta con datos ciertos sobre el cabecilla de la banda, presunto asesino de media docena de prostitutas, y tienen identificado su automóvil. Volveremos en media hora con más información. No deje de sintonizar Radio Misiones en el 98.5 de su dial”

La noticia alteró visiblemente a Iván quien apagó la radio con un gesto de rabia. Había logrado poner muchos kilómetros de distancia entre su última víctima y él, pero no le fué suficiente. En un pueblo tan pequeño su única alternativa era escapar lo antes posible hacia el río y cruzar hacia el otro lado de la frontera. No le sería difícil parecerse a los lugareños ya que hablaba portugués con fluidez. Tal vez la suerte esta vez estaba de su lado y aprovecharía la intensa bruma que lo cubría todo y alcanzaría su meta poco después del amanecer.

Su última fechoría fue birlarle la bicicleta al recién mudado afilador mientras dormía. Nunca supo explicar porque contuvo su sed de sangre y no degolló al pobre hombre. Tal vez fué la prisa por huir. Quien sabe. Confiado en que nadie notaría a un obrero en bicicleta tomó el camino de tierra que cruzaba el centro del pueblo. No tuvo tiempo de festejar su triunfo. Tres policías de paisano lo emboscaron al llegar al puente. La vieja comadrona del pueblo fue quien un rato antes, mientras le pasaba el mate, a su sobrino el comisario comentó con tono malicioso: “para ser afilador el hombre pedalea muy torpemente y demasiado silencioso…”

Ironías del destino, que por la simple observación de una anciana pueblerina finalmente la Policia Científica de la lejana capital pudo relacionar a Ivan un trozo de tela de su camisa, un cabello en el lavabo y el ADN de aquella sangre sobre el parquet...

Conchita

Antes era todo distinto. Las nenas y ella me querían, la vieja venenosa no, ella nunca me quiso.
De a poco la fue envenando y cada día me quería menos. Yo me callaba, ella me ignoraba. Yo me callaba, ella me insultaba.
Todo eso lo absorbieron las nenas, todo ese desdén diario. No era nadie, un ente, menos que un fantasma.
Y un día tuve que dormir solo. Me echó de su habitación y a otro cuarto inútil, a ver si dejàs de molestarme con tus indecencias. Solo como un perro y mis deseos me los guardaba para la soledad, para la inevitable masturbación, para los sueños erotizados hasta la locura.
Esas noches en que me enloquecía de deseo, me levantaba a escondidas y la miraba dormir. Parecía un angel, la olía, acariciaba su pelo y algunas veces besaba esa boca que tanto me insultaba.
Trabajaba mudo, pasivo. En casa ordenado y calmado. Las nenas iban y venían sin registrarme. Ella siempre dándome órdenes, gritándome, corriéndome como a un perro.
Eso era yo, un perro solo, caliente y mudo. Un inútil, un estorbo, una conchita...
“Dale conchita, cortá el pasto” “Vamos conchita, a ver si te corres inútil” “Ay conchita se moja de noche, que? Tenès 13 años?”
Y esa vieja desgraciada criticando, llenándole la cabeza, riéndose de mi, sacándome plata como si fuese mi obligación darle de comer, vieja cerda.
Y hoy me levanté tranquilo a pesar que anoché me gritó como nunca. Desayuné solo como siempre y miré el diario, las nenas no están, el día está lindo.
Ella apareció y está hermosa. Pero de sólo mirarme le cambió el gesto, le doy asco. Te doy asco maldita, puta frígida. Te doy asco cuando yo te amo tanto.
Te doy asco cuando todavía te deseo tanto.
Pasás a mi lado y me envuelve tu perfume, me quedo oliéndote y me empujás.
“Qué hacés inútil?, sos peor que un perro sucio y alzado. Me das asco”
Sus ojos brillan de desprecio.

Antes era todo distinto. Ella me quería. Ahora de su boca sólo sale sangre, los insultos se los guardé a fuerza de balas.

Aún ensangrentada se ve hermosa.

Escucho ruidos, alguien viene. Tengo más balas...

Amor se escribe con sangre

Nada hacía prever ese final. Aparentemente ella no tenía enemigos ni deudas, era querida entre su círculo de amigos y compañeros de trabajo, y – según lo aseguraban sus vecinos - llevaba una vida “normal”. Entonces, si su transcurrir era tan ordenado como lo presentaban, ¿por qué ese miércoles había sido encontrada muerta, tirada sobre el piso, desnuda como un animal, llena de sangre y con la remera atada a su cuello? ¿Quién podría haberse ensañado de esa forma? ¿Por qué?

Myriam siguió por televisión las diferentes instancias por las que iba atravesando el “asesinato de la contadora”, tal como caratuló el caso la opinión pública. La excitaba conocer detalles, su morbosidad la llevaba a adentrarse en los misteriosos caminos de la mente. Porque más allá de los vericuetos propios de la historia en sí, siempre se había preguntado qué llevaría a una persona a matar a otra. ¿Qué sentiría el homicida en el momento de cometer el crimen? ¿pensaría? ¿se daría cuenta de lo que sucedía o sólo actuaría llevado por un impulso irrefrenable? ¿Podría ella misma, acaso, en alguna loca circunstancia, cometer un asesinato?

Casi con la misma voracidad con que engullía sus colaciones, durante dieciocho días y sus dieciocho noches, se tragó todas las noticias que daban cuenta del caso, tratando de atar cabos y sacar conclusiones. Obsesivamente, Myriam desayunaba, almorzaba, merendaba y cenaba escuchando relatos acerca de esa bella mujer de mediana edad, exitosa profesionalmente y con una pasión por bailar que despuntaba todos los martes y jueves en un gimnasio de la zona de Palermo, donde había sido encontrada sin vida.

Sin embargo, por más que daba vueltas al asunto, a la única conclusión que llegaba era que los medios inventaban todo. Los argumentos que presentaban se iban sucediendo sin ninguna conexión lógica. Así, un día decían que la mujer habría sido traficante de drogas, otro que todo era un ajuste de cuentas, más tarde que su ex marido la habría mandado a matar y finalmente hasta habían llegado a insinuar que habría sido víctima de un crimen pasional a manos de una mujer a causa de no ser correspondida.

Myriam estaba segura de que jamás se llegaría a la verdad.

Las pericias demostraron que la contadora no había sido violada. Su deceso se habría producido por asfixia al ser ahorcada con una de sus prendas inmediatamente después de haber sido apuñalada en el pecho y en el rostro hasta dejarla prácticamente irreconocible. Su pelo rubio había sido arrancado con fuerza y presentaba lesiones y cortes profundos también en las manos y en los genitales.

Una noche, mientras cenaba con su marido, escuchó a los periodistas decir que los investigadores estarían sobre la pista del asesino y no tardarían en caer sobre él.

La novedad hizo que trastabillara, pero logró mantener el equilibrio aunque sin poder evitar que uno de los vasos se cayera sobre la mesa derramando todo el líquido que contenía sobre el pantalón de su marido. Este se incorporó rápidamente y mientras trataba de secarse, le preguntó:

- Amor, ¿hasta cuándo vas a estar tan perturbada por la muerte de Claudia?
- No puedo evitarlo… ¡era tu contadora!
- Sí, pero vos no tenías relación con ella. Es más, ni siquiera te caía simpática!.
- Pero a vos sí, ¿no es cierto?.

Myriam tomó el cuchillo y lo acercó hasta la cara de él.

- Claudia era una mujer hermosa y muy provocativa. ¿Te gustaba?. No me mientas; ella siempre te llamaba con cualquier excusa y, además, yo vi las fotos de la última reunión de la empresa…Esas donde están ustedes dos juntos, como pegados. Casi no se percibe espacio entre un cuerpo y otro…
- ¡No seas boluda, mujer! – la interrumpió él sacándole el cuchillo de las manos - En esa reunión brindamos tanto que terminamos todos en pedo. Ya te lo dije mil veces.
- Sí, claro, ¿por eso ella te apoyaba las tetas? No me jodas, yo lo vi con mis propios ojos.
- ¿Qué viste? ¿de qué mierda hablás? Yo nunca me fijé en ella; además, ni tetas tenía la pobre!
- No seas hijo de puta, ella subió todas las malditas fotos de la reunión a su maldito Facebook. ¿Te calentaba? decime la verdad. ¡Decimela!

Myriam explotó en un llanto descontrolado y espasmódico.

- Por dios, me asustás. ¿Te pusiste celosa por mirar unas estúpidas fotos? Amor, yo jamás te traicionaría. Vení acá…
- No sé qué me pasó. Te juro que no sé...Vos sos mi amor; vos sos mío. Y yo…

Un flash de último momento la interrumpió y un locutor, con gesto adusto, revelaba que había un dato clave, una pista contundente que iba a esclarecer en forma inminente el asesinato de la contadora. La policía había encontrado al costado de su cuerpo bien tallado, ahora absolutamente desfigurado, un mensaje. Un mensaje escrito con sangre sobre el parquet. Un mensaje tan claro como inequívoco: “He is mine”.*




* Él es mío.

Hotel familiar

- ¡17 años de encargada en este hotel! ¡17 años! ¡Mira que he visto pasar gente Rubén! ¡Si señor! Pero como estos dos…

- Si vieja, ¡ya me lo dijiste como 800 veces! ¡Cállate y pongámonos a limpiar este desastre!

- Pero Ruben, ¡vos entendés que tuve que hacerlo! ¡Con estas mierdas ya no teníamos paz!. Vos me conocés, ¿Cuánto hace que estamos juntos viejo?

- Hace 8 años vieja. ¿Por qué preguntás?

- Porque viste que yo tengo muuuucha paciencia… aunque he escuchado a algunos forros de los inquilinos decir que soy una “hin-cha-pe-lo-tas”.

- y… tran-qui-li-ta que digamos no sos…

- ¿vos también boludo?

- Bueno, bueno, no te calentés que te agitás y después le echas la culpa al faso. ¿Cuándo vas a largar esa mierda? Ya sabés que me dá por las pelotas el humo y el olor.

- No te hagas al gallito que todavía la cuchilla no perdió el filo y le podés hacer compañía a “Romeo y Julieta”

- ¡”Romeo y Julieta”! ¡¿JA JA JA!!! Que hija de puta! Si se la pasaban peleando y casi se mataban. Te digo que ni la concha de la Silvia Fernandez era tan famosa! ¡¡800 veces escuchabas “la concha de tu madre”!!

- Si! Ja, Ja! Pero ya no me causaba gracia che. Encima todos los meses algún drama para cobrarles. Cuando no se le enfermó un pariente, se le murió otro, o le robaron. ¡Que mala suerte! ¿podés creerlo?. Nada que ver con la Maria y el José, esos pagan siempre puntuales, tienen a los nenes educaditos y los únicos grititos que se escuchan es de cuando cogen. Los tortolitos esos deben creer que nadie se entera porque lo hacen a la una de la madrugada.

-Pero che, no joden a nadie, dejalos tranquilos a esos.

-Ah, a vos porque te gusta la gordita, viejo pajero.

-Si, decime pajero, pero bien que te gusta que te la ponga y te ratoneas con el José…

- Callateeee!

- Si, si, mejor nos callamos y le metemos pata que va a venir la judía a hacer la inspección y todavía falta limpiar un montón. También vos, ¿no te conformaste con darle un buen palazo a cada uno y que se dejaran de joder?.

- Bueno, está bien, se me fue la mano. Pero cuando escuché los gritos y subí corriendo a cagarlos a pedo no me dí cuenta que tenía la cuchilla en la mano. Encima este pelotudo que me contesta para el carajo y la otra regalada que lo defiende.

- Si loca, pero ¡mirá como quedaron las cortinas y los acolchados! ¿sabes lo que cuesta limpiar la sangre en estas telas?¡ Porque no vamos a mandarla al Laverap! Y encima tenemos que ver que mierda hacemos con los fiambres. En la tele parece que un cuerpo descuartizado pesa nada, ¡pero como pesan estas bolsas!

- ¿Vos te quejás de eso? ¡Vení a arrodillarte acá dos horas!. ¡La puta que lo parió! Ocho metros cuadrados de alfombra y tuvo que caer justo sangre sobre el parquet…